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Y es que al final siempre aparecen los tres personajes, de esa Alicia que vivía en el país de las maravillas.
(Foto de Diane Dufraisy)
Me dices que he perdido la fuerza,
que espero impávida la derrota
con los brazos colgados a ambos lados.
Y no es cierto….
Yo grito en silencio para no despertarte,
con mi fusil de aire y ciega de trincheras
acordono la zona para que ni una sola
de las sílabas negras oscurezca el brillo futuro de tus ojos.
Porque esa falsa ingratitud sumisa que me apalea
es solo temporal, como una epidemia sanable.
Hay quien cree que se necesitan de ponzoñosas esquelas para reinventarse.
Déjame que sude estas imposiciones, estos vaivenes
estos litúrgicos recelos, esta untura de conjeturas.
Y no negaré la posibilidad de perderme entre estos miedos,
pero la esperanza es futura, uniforme y confiada,
y yo vivo a dos puertas del peor de los enemigos.
No me rindo a la fatiga, no…
Que extraño me resulta tomar placebos para evadir la realidad.
Me gustaría morir riendo, con la convicción de que nadie me echará de menos.
Y evitar la realidad que en estos momentos juega al escondite,
esperanque que una risa disfrace por un instante la certeza.
Y entierro la tristreza bajo la sonrisa doméstica,
porque te añoro padre, con rabia.
Con esa rabia que parte el alma, con ese dolor incansable
que se alojó como invitado el día que te marchaste sin despedirte.
Te añoro con rabia, padre.
hoy podría ser un día negro o azul,
podría paliar bajezas o construir esquemas,
podría llorar maldades, y de furia llenar anaqueles.
Pero no consigo atenuar este deseo
de comerme a trozos cuadrados,
lo que el destino me estuvo sisando
cada lunes por la mañana.
Lucho para que el silencio no golpee la boca
como una aldaba rota que duele en las entrañas.
Solo me resta el no hacer nada,
quedar a la espera de la euforia.
Cantaré nanas a la ira que amenaza
con estrangular mis arterias.
Invento teoremas, cuento dudas con
los dedos.
Imagino un final blanco, impoluto,
en el que las verdades no oscurezcan
los venideros.
Mientras tanto….
Solo queda…
Mantener las manos, firmemente cerradas.
Aprieto los dientes contra el espejo, porque tarde o temprano
se desdibujará la imagen doble que danza sin ritmo ni compás.
Si llega ese momento escribiré: